Entrevista a Isabel Meira: «una noticia falsa no es una noticia»
14 enero, 2022
Isabel Meira es periodista de Antena 2 (Portugal), donde hace reportajes y audiodocumentales. Ha trabajado con anterioridad en Rádio Clube Portuguès y en la TSF, y sus trabajos han recibido diferentes distinciones. Se estrena ahora con un libro dirigido a jóvenes a partir de 12 años, Likeo, luego existo, donde habla sobre las redes sociales, el periodismo y los bulos («fake news»). Este se ha publicado en castellano en nuestra editorial Takatuka. Hablamos con la autora sobre algunas ideas del libro.
Si todo está en internet, ¿qué les toca hacer a los periodistas?
A los periodistas les toca hacer lo que siempre han hecho: informar, pero en un contexto mucho más desafiante. No creo que esté todo en internet. Son las empresas como Google o Amazon las que han conseguido que interioricemos esa sensación (lo que es muy diferente): la velocidad de las respuestas cuando hacemos una búsqueda, la cantidad de enlaces que existen… ¡es una locura! Parece que está ahí toda la información sobre todo lo que existe en el mundo y eso se puede volver abrumador. Además, siempre anda con nosotros, en el bolsillo, y puede volvernos pasivos. Recibimos lo que aparece y ya está. Por lo tanto, tener conciencia de eso es fundamental para percibir mejor el papel del periodismo en la sociedad. Porque informar —hacer periodismo— implica investigar, deducir, observar, comparar, analizar… y poner en práctica las técnicas periodísticas, las reglas que definen cómo se hace una noticia o cómo se hace un reportaje. Si necesitamos información para tomar decisiones, para orientar todo aquello que vamos haciendo a lo largo de la vida, tenemos que ser conscientes de que también necesitamos del periodismo en la sociedad. Internet debía ser una herramienta —tal vez la herramienta más poderosa de todas, sobre todo hoy en día—, pero apenas si es eso.
¿Una noticia falsa es una noticia?
No, una noticia falsa no es una noticia. La expresión «fake news» se traduce literalmente como «noticias falsas», pero creo que esa traducción es un poco peligrosa porque parece sugerir que una noticia puede ser verdadera o falsa. Y no puede serlo, o no debería. Según la técnica periodística, para que una noticia sea construida como tal, se tienen que comprobar los hechos antes de publicarlos y, por tanto, estos son siempre verdaderos. Por eso es preferible traducir «fake news» por «desinformación». Me parece que esta expresión da una idea más concreta de que hay un movimiento que es contrario al movimiento de la información y que no acontece de manera inocente. Hay objetivos concretos que pueden ser ganar dinero o enfrentarse a un adversario político. La desinformación no es solo una broma de internet.
Nos deja de importar como verdad. ¿Verdad o mentira?
No lo sé. Porque, por un lado, estas generalizaciones son complejas; por otro lado, hay hechos que muestran que la mentira consigue ser muy eficaz y tiene consecuencias muy concretas en nuestras sociedades. Hechos como la elección de Donald Trump para la presidencia de Estados Unidos, en 2016, o como el referéndum sobre el Brexit, que desencadenó el proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea, son ejemplos en que la mentira se impuso a través de la manipulación de la información, a través de las «fake news». Y no sé si eso acontece porque nos ha dejado de importar o porque internet se ha convertido en una herramienta muy poderosa para los fabricantes de mentiras. Tan poderosa que puede provocar que nos limitemos a encogernos de hombros, ¿no es cierto?
¿Y qué es eso del pensamiento crítico?
Es sobre todo nuestra capacidad de resistir la tentación de hacer juicios precipitados, sin fundamento, y eso exige mucho entrenamiento. Exige un entrenamiento de observación, de contrastar, de cuestionamiento, de tener dudas, de desconfiar. La investigadora Joana Sá explica eso muy bien en el prefacio del libro. Nuestro cerebro tiene tendencia a formar primero las opiniones e ir luego a buscar hechos que confirmen esas opiniones. Y si no estamos atentos, es eso lo que va a suceder. Por tanto, corremos el riesgo de ver el mundo a través de un enorme filtro de prejuicios y de tomar decisiones mucho menos acertadas o ponderadas. El pensamiento crítico es la capacidad de derribar esos filtros, de ponernos en el lugar del otro, de percibir que la realidad puede tener varias capas y ser mucho más compleja de lo que parece.
¿Tal vez internet necesita de frenos? ¿Cuáles?
Depende de qué y de qué significan esos frenos. En internet, las empresas tecnológicas, las plataformas digitales… son una industria, una industria que debería funcionar siguiendo unas reglas, tal como funcionan todas las industrias. Por ejemplo, no nos pasaría por la cabeza que la industria aeronáutica funcionara prácticamente sin reglas o con códigos internos que no son conocidos, porque eso podría ser peligroso para los miles de millones de personas que utilizan los aviones en todo el mundo. Entones, ¿cómo es posible que estas empresas, que también tienen un impacto enorme en la vida de miles de millones de personas y que hacen su negocio a costa de los datos personales que recogen de los usuarios, cómo es que esas empresas pueden funcionar prácticamente sin reglas?
¿De qué nos sirve ser personas verdaderamente informadas?
Yo creo que la mejor respuesta a esta pregunta es un pequeño ejercicio de imaginación que intento hacer en el libro: imaginar cómo sería si nos levantáramos un día y no tuviéramos información sobre nada, que no tuviéramos acceso a la información o que todas las informaciones fueran falsas. Esta pandemia de la Covid-19 es también una buena oportunidad para reflexionar sobre eso. ¿Qué es lo que haríamos? Nos pasamos la vida tomando decisiones o participando en elecciones (sobre todo cuando tenemos la suerte de vivir en sociedades democráticas en las que son posibles esas elecciones) y, entonces, estar informado es como tener una especie de músculo invisible que nos ayuda a tomar decisiones más sólidas, más consistentes; no necesariamente más acertadas, no se trata de eso, pero por lo menos más conscientes.
¿Y cómo podemos serlo? Danos tres pistas importantes.
Yo podría decir: verificar la información antes de compartirla, desconfiar de contenidos altamente virales y denunciar esos contenidos cuando sean falsos. Tres pistas. Pero lo que yo pienso sinceramente es que, antes que nada, es preciso que recuperemos el sentido común. Lo primero que tenemos que hacer es pararnos a pensar, tener conciencia de que estamos adormecidos y de que estamos siendo manipulados por cosas como la cantidad de «likes» que tenemos en las redes sociales o de cómo el sistema de notificaciones nos hace estar en permanente estado de alerta. Y, por lo tanto, yo creo que la pista más importante ciertamente a estas alturas es esta: parar para pensar. Reventar la burbuja.
* Entrevista realizada por la editorial portuguesa Planeta Tangerina.